Psicología para adultos
Depresión y trastornos del estado de ánimo
La depresión y los trastornos del estado de ánimo son alteraciones psicológicas en las que predominan cambios persistentes en la emoción básica de la persona (tristeza, irritabilidad, vacío, apatía), acompañados de dificultades cognitivas, físicas y conductuales. En el DSM-5, el Trastorno Depresivo Mayor, la Distimia (Trastorno Depresivo Persistente) y otros trastornos relacionados se caracterizan por un patrón claro: malestar significativo, deterioro en áreas importantes de la vida y duración prolongada de síntomas.
¿Qué es la depresión?
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que implica una combinación de síntomas emocionales, cognitivos, fisiológicos y conductuales. Según el DSM-5, estos síntomas deben mantenerse durante al menos dos semanas y representar un cambio relevante respecto al funcionamiento previo.
No es “estar triste”, sino un estado profundo y persistente que afecta a la energía, la motivación, la concentración, el sueño, la autoestima y el disfrute.
Síntomas comunes (basados en DSM-5)
Las personas con depresión suelen experimentar una combinación de los siguientes síntomas:
-
Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día.
-
Pérdida de interés o placer (anhedonia).
-
Cambios significativos en el apetito o peso.
-
Alteraciones del sueño (insomnio o hipersomnia).
-
Fatiga o pérdida de energía.
-
Sentimientos de inutilidad o culpa excesiva.
-
Dificultades de concentración y pensamiento más lento.
-
Inquietud o lentitud psicomotora.
-
Pensamientos recurrentes de muerte o ideación suicida.
En la distimia, estos síntomas son más leves pero duran mínimo 2 años, afectando de forma continua al bienestar.
¿Por qué aparece la depresión? (Evidencia científica)
La investigación indica que la depresión es el resultado de la interacción entre múltiples factores:
-
Vulnerabilidad biológica y genética (Sullivan et al., 2000).
-
Experiencias adversas tempranas y trauma (Nanni, Uher & Danese, 2012).
-
Sesgos cognitivos y patrones de pensamiento negativos (Beck, 1967; Beck & Haigh, 2014).
-
Dificultades en regulación emocional.
-
Eventos vitales estresantes.
-
Factores sociales (aislamiento, falta de apoyo, burnout o presión laboral).
No se trata de “debilidad” ni de falta de voluntad: es un trastorno complejo con una base multidimensional.
¿Cómo vamos a trabajar la depresión en terapia?
El abordaje terapéutico será integrativo, combinando estrategias basadas en la evidencia de la psicoterapia cognitivo-conductual y el modelo de procesamiento adaptativo de información utilizado en EMDR. Esto nos permite intervenir tanto en los síntomas presentes como en las raíces emocionales que pueden estar manteniendo el malestar.
Durante el proceso, aprenderás a identificar los patrones de pensamiento y conducta que están reforzando la depresión —como la rumiación, la autocrítica o la evitación— y a transformarlos en respuestas más flexibles, realistas y compasivas. Al mismo tiempo, exploraremos experiencias pasadas o recientes que puedan haber dejado un impacto emocional no resuelto y que siguen influyendo en tu estado de ánimo; utilizaremos procedimientos específicos de procesamiento emocional que ayudan a que estas experiencias pierdan intensidad y dejen de alimentar creencias negativas como “no valgo”, “no puedo” o “nada va a cambiar”.
Trabajaremos también mediante activación conductual, planificando actividades que aumenten la sensación de energía, logro y motivación, y mediante ejercicios de regulación emocional para disminuir la ansiedad, la culpa o la sensación de bloqueo. A lo largo del proceso, irás fortaleciendo recursos internos —como la autocompasión, la flexibilidad cognitiva y la tolerancia emocional— que te permitirán sentirte más estable, conectado/a contigo mismo/a y con mayor capacidad para afrontar el día a día.
El objetivo es que no solo reduzcas los síntomas de depresión, sino que puedas comprenderte mejor, procesar lo pendiente, y reconstruir un estado de ánimo más equilibrado y seguro, con herramientas que te acompañen a largo plazo.
Trastornos de ansiedad
Los trastornos de ansiedad incluyen un conjunto de condiciones caracterizadas por miedo excesivo, preocupación persistente y síntomas fisiológicos que generan malestar y afectan a la vida diaria. Según el DSM-5, entre ellos se encuentran el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), las fobias específicas, el Trastorno de Pánico, la Agorafobia y la Ansiedad Social, entre otros.
La ansiedad aparece cuando el sistema de alerta del cuerpo se activa de forma desproporcionada ante peligros reales o imaginados, generando un círculo de anticipación, tensión y evitación que refuerza el malestar.
¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad es una respuesta natural del organismo diseñada para protegernos; sin embargo, se convierte en un trastorno cuando aparece de forma intensa, persistente y descontextualizada, interfiriendo en la vida familiar, laboral, académica o social.
Desde el punto de vista clínico, la ansiedad implica componentes:
-
Cognitivos: preocupación, anticipación negativa, sensación de pérdida de control.
-
Emocionales: miedo, tensión, irritabilidad.
-
Fisiológicos: taquicardia, opresión en el pecho, mareos, temblores, sudoración.
-
Conductuales: evitación, hiperalerta, conductas de seguridad.
Síntomas comunes (basados en DSM-5)
Aunque cada trastorno de ansiedad tiene criterios específicos, suelen aparecer:
-
Preocupación constante o dificultad para controlar los pensamientos.
-
Sensación de peligro inminente.
-
Tensión muscular, respiración acelerada o sensación de ahogo.
-
Nerviosismo, inquietud o incapacidad para relajarse.
-
Problemas de sueño.
-
Evitación de situaciones temidas (lugares, personas, actividades).
-
Miedo intenso a experimentar síntomas físicos (p. ej., en ataques de pánico).
-
Fatiga y dificultad para concentrarse.
¿Por qué aparece la ansiedad? (Evidencia científica)
La investigación indica que los trastornos de ansiedad surgen por la interacción entre:
-
Vulnerabilidad genética y temperamental (Hettema et al., 2001).
-
Aprendizajes previos y condicionamiento (Mineka & Zinbarg, 2006).
-
Experiencias estresantes o traumáticas (McLaughlin et al., 2010).
-
Estilos cognitivos centrados en la amenaza (Barlow, 2002).
-
Evitar situaciones que generan miedo, lo que reduce la ansiedad a corto plazo pero la alimenta a largo plazo (Borkovec et al., 2004).
¿Cómo vamos a trabajar la ansiedad en terapia?
El tratamiento será integrativo, combinando intervenciones basadas en la evidencia que actúan tanto sobre los pensamientos y conductas presentes como sobre las experiencias que mantienen el sistema de alarma hiperactivado.
En primer lugar, aprenderás a reconocer los patrones de preocupación, miedo anticipatorio y catastrofismo que amplifican la ansiedad. Trabajaremos para modificarlos mediante técnicas que permiten reinterpretar las sensaciones corporales y los pensamientos de manera más realista y flexible. Esto reduce la intensidad del miedo y detiene el ciclo de anticipación.
Paralelamente, utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para revisar experiencias o situaciones que hayan dejado una huella de inseguridad, peligro o vulnerabilidad. Cuando la ansiedad tiene raíces en recuerdos o vivencias no procesadas, estos abordajes ayudan a que el sistema nervioso pueda integrar la información, reduciendo la reactividad y la hipervigilancia.
Además, incorporaremos estrategias como:
-
Exposición gradual y segura para romper la evitación (clave en ansiedad y pánico).
-
Regulación emocional y respiración diafragmática para disminuir la activación fisiológica.
-
Reentrenamiento atencional para salir del estado de alerta constante.
-
Fortalecimiento de recursos internos, como seguridad, autocontrol, y confianza corporal.
Este proceso te permitirá entender tu ansiedad, reducir los síntomas, recuperar la sensación de control y desarrollar herramientas que previenen recaídas y fortalecen tu bienestar.
Fobias
Las fobias forman parte de los trastornos de ansiedad y se caracterizan por un miedo intenso, persistente y desproporcionado hacia un objeto, situación o actividad concreta. Según el DSM-5, este miedo provoca una respuesta inmediata de ansiedad —a veces con síntomas fisiológicos muy marcados— y lleva a la evitación sistemática, generando malestar y limitación en la vida diaria.
No se trata simplemente de “no gustar” algo, sino de una reacción de alarma intensa que aparece incluso cuando la persona reconoce que el miedo no es racional.
¿Qué son las fobias?
Una fobia es una respuesta de miedo aprendida y mantenida a través de mecanismos psicológicos y fisiológicos. El cuerpo interpreta un estímulo inocuo como si fuera una amenaza real, activando el sistema de alerta de forma automática.
Esta respuesta se dispara aunque la persona sepa que no existe un peligro real. La evitación alivia la ansiedad a corto plazo, pero refuerza el miedo a largo plazo.
Síntomas comunes (basados en DSM-5)
-
Miedo intenso y desproporcionado ante un estímulo específico.
-
Respuesta inmediata de ansiedad o pánico.
-
Evitación persistente de la situación temida.
-
Tensión muscular, sudoración, temblores, taquicardia.
-
Sensación de pérdida de control.
-
Anticipación negativa incluso días antes de la situación.
-
Interferencia significativa en la vida diaria (trabajo, ocio, viajes, relaciones).
Ejemplos frecuentes de fobias
Según la clasificación del DSM-5, las fobias específicas suelen agruparse en varios tipos. Algunos ejemplos comunes son:
1. Fobias a animales
-
Arañas (aracnofobia)
-
Perros
-
Aves (ornitofobia)
-
Serpientes
2. Fobias al entorno natural
-
Alturas (acrofobia)
-
Tormentas
-
Agua profunda
3. Fobias situacionales
-
Aviones (aviofobia)
-
Conducir
-
Túneles, puentes
-
Ascensores
4. Fobias relacionadas con sangre, inyecciones o heridas
-
Ver sangre
-
Inyecciones, analíticas
-
Intervenciones médicas
5. Fobias más atípicas (pero igualmente clínicas)
-
Vomitar (emetofobia)
-
Chokofobia (miedo a atragantarse)
-
Clusters de objetos o agujeros (tripofobia)*
*No está formalmente incluida en DSM-5, pero se observa con frecuencia en consulta.
¿Por qué aparecen las fobias? (Evidencia científica)
La literatura científica indica que las fobias surgen por la interacción de:
-
Aprendizaje por condicionamiento (una experiencia aversiva o percibida como peligrosa)
Mineka & Zinbarg, 2006 -
Observación o transmisión social del miedo
-
Vulnerabilidad biológica a la ansiedad
Hettema et al., 2001 -
Experiencias traumáticas relacionadas o no procesadas
-
Sesgos cognitivos hacia la amenaza
Barlow, 2002 -
Evitación persistente, que impide corregir el miedo
Borkovec et al., 2004
¿Cómo vamos a trabajar las fobias en terapia?
El tratamiento será integrativo, combinando herramientas cognitivo-conductuales y técnicas de procesamiento emocional para intervenir de forma completa: en el síntoma, en los pensamientos y en el origen del miedo.
Comenzaremos entendiendo cómo se activa tu sistema de alarma y cuál es el patrón de anticipación, miedo y evitación que mantiene la fobia. A partir de ahí, trabajaremos en reinterpretar las sensaciones corporales, reducir la hiperalerta y transformar los pensamientos catastrofistas por otros más realistas y funcionales.
Al mismo tiempo, abordaremos cualquier experiencia pasada que haya podido dejar una huella emocional vinculada a la fobia, utilizando procedimientos de procesamiento del miedo y desensibilización emocional que ayudan al cerebro a integrar la información y disminuir la intensidad de la respuesta.
De forma gradual y siempre con seguridad, utilizaremos exposición progresiva —en imaginación, mediante imágenes o en situaciones reales— para que el cerebro aprenda que el estímulo temido no es peligroso. Esto permite que el miedo disminuya de manera natural y estable.
Durante el proceso también aprenderás técnicas de:
-
Regulación emocional y respiración para reducir la activación.
-
Reentrenamiento atencional para salir del modo alerta.
-
Manejo de pensamientos anticipatorios y de la evitación.
-
Fortalecimiento de recursos internos que facilitan la sensación de control.
El objetivo no es solo que desaparezca el miedo, sino que recuperes libertad, bienestar y confianza para enfrentarte a situaciones que antes te limitaban.
Dificultades en las relaciones y dependencia emocional
Las dificultades en las relaciones y los patrones de dependencia emocional aparecen cuando la forma de vincularnos genera malestar, inseguridad o pérdida de autonomía. Aunque no siempre constituyen un trastorno en sí mismo, muchas de estas dinámicas se relacionan con patrones descritos en el DSM-5 dentro de los trastornos de personalidad (por ejemplo, el patrón dependiente o evitativo) y con estilos de apego inseguros que afectan directamente al bienestar emocional.
Las personas con estas dificultades suelen vivir las relaciones desde la inseguridad, el miedo al rechazo, la idealización, la necesidad intensa de cercanía o la dificultad para poner límites, lo que acaba generando ciclos de dolor, culpa, frustración o relaciones poco equilibradas.
¿Qué es la dependencia emocional?
La dependencia emocional es un patrón relacional donde la persona siente que necesita al otro para sentirse valiosa, segura o completa. Se caracteriza por un fuerte miedo a la soledad, búsqueda continua de aprobación y dificultad para tomar decisiones sin apoyo externo.
No es una “debilidad”, sino un estilo aprendido de vinculación, muchas veces originado en experiencias tempranas, modelos familiares o relaciones previas que dejaron una huella de inseguridad.
Síntomas y señales frecuentes (basadas en DSM-5 y literatura científica)
-
Miedo intenso al abandono o rechazo.
-
Necesidad de aprobación constante.
-
Inseguridad y autovaloración basada en la relación.
-
Celos, hiper-vigilancia o comprobaciones excesivas.
-
Dificultad para poner límites o expresar necesidades.
-
Relaciones desequilibradas o con roles poco sanos.
-
Sacrificar deseos propios para evitar conflictos.
-
Idealización de la pareja o miedo extremo a perderla.
-
Dependencia para tomar decisiones importantes.
-
Ciclos repetitivos de relaciones similares y dolorosas.
¿Por qué aparece la dependencia emocional? (Evidencia científica)
La investigación ha identificado varios factores relacionados:
-
Estilos de apego inseguros (ansioso o evitativo). Mikulincer & Shaver, 2007
-
Experiencias tempranas de invalidación, abandono o críticas constantes.
-
Modelos relacionales aprendidos en la infancia.
-
Baja autoestima y creencias negativas sobre uno mismo.
-
Traumas relacionales y rupturas dolorosas no procesadas.
-
Fusiones emocionales o dinámicas familiares rígidas.
-
Patrones cognitivos de autosacrificio o dependencia (Beck et al.).
Estas dinámicas no son tu culpa, sino formas de relación aprendidas que pueden cambiarse con acompañamiento adecuado.
¿Cómo vamos a trabajar las dificultades relacionales y la dependencia emocional?
El abordaje será integrativo, combinando técnicas basadas en evidencia que permiten trabajar:
-
El pensamiento,
-
La conducta y los hábitos relacionales,
-
Y las huellas emocionales del pasado que mantienen el patrón.
En terapia exploraremos cómo se activan tus miedos al conflicto, al rechazo o a la pérdida, y cómo estos influyen en tu forma de relacionarte. Aprenderás a identificar creencias como “si digo lo que siento, me dejarán”, “no soy suficiente” o “necesito que me quieran para estar bien”, y a transformarlas por perspectivas más funcionales y realistas.
Paralelamente, utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para revisar experiencias que hayan marcado tu manera de vincularte. Esto ayuda al sistema nervioso a integrar recuerdos o dinámicas antiguas que generan inseguridad, reduciendo la intensidad del miedo al abandono y aumentando la estabilidad emocional.
Trabajaremos también en:
-
Establecer límites sanos sin culpa.
-
Aumentar tu autoestima y autonomía emocional.
-
Aprender a comunicar tus necesidades con claridad.
-
Romper patrones repetitivos de relaciones desequilibradas.
-
Desarrollar una identidad más sólida y segura.
-
Elegir relaciones desde la libertad y no desde la necesidad.
Este proceso te permitirá construir vínculos más equilibrados, respetuosos y estables, desde un lugar de seguridad interna y no desde el miedo.
Trastornos sexuales
Los trastornos sexuales son dificultades persistentes que afectan al deseo, la excitación, la respuesta fisiológica o la satisfacción sexual, generando malestar significativo o problemas en la relación. Según el DSM-5, incluyen condiciones como el trastorno del deseo sexual hipoactivo, la disfunción eréctil, el trastorno de la excitación femenina, el vaginismo, el dolor genitopélvico/penetración y la anorgasmia, entre otros.
Estas dificultades no solo afectan la vida sexual, sino también la autoestima, la conexión emocional y la seguridad personal.
¿Qué son los trastornos sexuales?
Implica cualquier alteración persistente en:
-
El deseo sexual
-
La excitación física (lubricación, erección)
-
La capacidad para alcanzar el orgasmo
-
El bienestar y el confort durante la relación sexual
-
La ausencia de dolor en la penetración
No se trata de falta de interés “por elección” o de “no estar bien con la pareja”, sino de dificultades sostenidas que tienen componentes psicológicos, emocionales, fisiológicos y relacionales.
Síntomas frecuentes (basados en DSM-5 y literatura científica)
Alteraciones del deseo y la motivación
-
Disminución marcada del interés sexual.
-
Falta de fantasías o pensamientos eróticos.
-
Sensación de “desconexión” o ausencia de deseo.
Dificultades de excitación
-
Problemas para mantener la erección (en hombres).
-
Dificultad para lograr la lubricación o excitación (en mujeres).
-
Tensión, miedo o bloqueo antes o durante el encuentro sexual.
Problemas orgásmicos
-
Dificultad persistente para alcanzar el orgasmo.
-
Orgasmos significativamente retrasados o inexistentes.
Dolor y tensión
-
Dolor, ardor o espasmo muscular durante la penetración (vaginismo/dispareunia).
-
Temor anticipado al dolor, dificultades para relajarse o miedo a la intimidad sexual.
¿Por qué aparecen los trastornos sexuales? (Evidencia científica)
Los estudios muestran que estos trastornos suelen surgir por una combinación de factores:
-
Ansiedad de desempeño y miedo al fracaso (Bancroft, 2009).
-
Creencias negativas sobre el sexo, el cuerpo o la intimidad.
-
Experiencias sexuales dolorosas o traumáticas (incluyendo trauma relacional).
-
Estrés, culpa o vergüenza internalizada.
-
Problemas de pareja o comunicación deficiente.
-
Historia de abuso o experiencias previas no procesadas (Brotto & Basson, 2014).
-
Factores médicos, hormonales o efectos secundarios de medicamentos.
-
Vulnerabilidad emocional y baja autoestima.
-
Excesiva autoexigencia o perfeccionismo sexual.
Muchos de estos factores interactúan entre sí, generando un ciclo de tensión → evitación → más tensión.
¿Cómo vamos a trabajar los trastornos sexuales en terapia?
El proceso terapéutico será integrativo, orientado a intervenir en los síntomas actuales, los pensamientos que los mantienen y las experiencias pasadas que influyen en la vivencia sexual.
Comenzaremos explorando cómo se activa la ansiedad anticipatoria, la autocrítica y las expectativas que generan presión durante las relaciones. Trabajaremos en identificar creencias negativas como “tengo que rendir”, “voy a fallar”, “no debería sentir esto” o “si no funciono, me rechazarán”, transformándolas en visiones más sanas, realistas y libres de juicio.
En paralelo, utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para revisar experiencias relacionadas con el sexo, el cuerpo o la intimidad que hayan dejado una huella de miedo, vergüenza o bloqueo. Este trabajo ayuda a desactivar respuestas automáticas del sistema nervioso que generan tensión, dolor o pérdida de excitación.
A nivel práctico, aprenderás:
-
Regulación emocional y corporal para reducir la ansiedad durante el encuentro sexual.
-
Reconexión sensorial y focalización en el placer, no en el rendimiento.
-
Técnicas de exposición gradual para disminuir el miedo o el dolor (en casos de vaginismo o evitación).
-
Reentrenamiento atencional para salir del pensamiento anticipatorio.
-
Reforzar la autoestima corporal y la seguridad interna.
-
Desarrollar habilidades de comunicación y expresión de necesidades sexuales.
El objetivo es que recuperes una vida sexual cómoda, segura, conectada y libre de presión, donde el placer y la intimidad se experimenten sin miedo ni exigencias.
Trastornos adaptativos
Los trastornos adaptativos aparecen cuando una persona experimenta dificultades emocionales o conductuales significativas en respuesta a un evento estresante concreto. Según el DSM-5, estos síntomas se desarrollan dentro de los tres meses posteriores al suceso y generan malestar intenso, sensación de bloqueo o problemas para funcionar en el día a día.
No es simplemente “estar estresado”, sino una respuesta emocional que supera los recursos habituales de afrontamiento, provocando tristeza, ansiedad, irritabilidad o alteraciones en el sueño, las relaciones o la motivación.
¿Qué es un trastorno adaptativo?
Es una reacción clínica a un acontecimiento identificable que ha desbordado la capacidad habitual de gestión emocional de la persona. Este tipo de situaciones pueden incluir:
-
Pérdidas o rupturas emocionales.
-
Cambios laborales, mudanzas o estrés académico.
-
Enfermedad propia o de un familiar.
-
Conflictos interpersonales.
-
Cambios vitales importantes (maternidad, separación, jubilación).
El trastorno adaptativo no implica debilidad, sino una respuesta esperable cuando el sistema emocional ha sido sometido a un nivel de estrés significativo.
Síntomas frecuentes (basados en DSM-5 y literatura científica)
Los síntomas varían según la persona, pero suelen incluir:
-
Tristeza, llanto frecuente o sensación de vacío.
-
Ansiedad, preocupación y miedo a perder el control.
-
Irritabilidad o estallidos emocionales.
-
Desmotivación, bloqueo o dificultades para concentrarse.
-
Cambios en el sueño o apetito.
-
Sensación de estar “superado/a por la situación”.
-
Evitación de situaciones relacionadas con el evento.
-
Conflictos interpersonales o aislamiento.
-
Baja autoestima y autocrítica.
En ocasiones puede parecer una “depresión leve” o “ansiedad reactiva”, pero con criterios clínicos y duración específica.
¿Por qué aparece un trastorno adaptativo? (Evidencia científica)
La investigación indica que estos trastornos surgen cuando un evento vital, aunque no necesariamente traumático, supera la capacidad temporal de afrontamiento. Contribuyen factores como:
-
Vulnerabilidad previa al estrés.
-
Historia de traumas o pérdidas no procesadas (que intensifican la reacción actual).
-
Falta de apoyo social o emocional.
-
Baja tolerancia al malestar o estrategias de afrontamiento poco eficaces.
-
Cambios vitales acumulados.
Los estudios sugieren que el impacto del evento no depende tanto de su gravedad objetiva como de cómo la persona lo interpreta, lo vive y lo integra (Casey et al., 2015).
¿Cómo vamos a trabajar el trastorno adaptativo en terapia?
El tratamiento será integrativo, orientado a aliviar el malestar actual, recuperar la estabilidad emocional y procesar la experiencia que ha desbordado tu sistema.
En primer lugar, entenderemos cómo la situación estresante está afectando a tus emociones, tus pensamientos y tu cuerpo. Identificaremos patrones como la rumiación, la preocupación anticipatoria, la autocrítica o la sensación de incapacidad, y los transformaremos en interpretaciones más realistas y compasivas.
Al mismo tiempo, utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para que el sistema nervioso pueda integrar la experiencia de forma más adaptativa. Esto es clave cuando el evento ha activado recuerdos pasados o creencias de “no puedo”, “esto es demasiado para mí” o “no voy a salir de esta”.
Además, trabajaremos en:
-
Regular la activación fisiológica para reducir ansiedad e irritabilidad.
-
Reequilibrar rutinas y hábitos que favorezcan la estabilidad.
-
Desarrollar recursos de afrontamiento más sólidos y eficaces.
-
Comprender el significado del evento y recuperar una narrativa interna más segura.
-
Reconstruir autoestima y motivación, especialmente si el cambio vital ha afectado tu identidad.
-
Fortalecer la red de apoyo y las habilidades de comunicación emocional.
El objetivo es que recuperes tu equilibrio interno, afrontes el cambio desde un lugar de seguridad y salgas del evento más fuerte, consciente y capaz.
Trauma y Trastorno de estrés postraumático (TEPT)
El trauma psicológico aparece cuando una persona vive un evento que supera su capacidad de afrontamiento, generando una respuesta intensa de miedo, indefensión o horror. Puede tratarse de un suceso puntual, repetido o prolongado en el tiempo. Cuando estos síntomas persisten e interfieren en la vida diaria, puede desarrollarse un Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), tal como lo describe el DSM-5.
El trauma no depende solo del evento en sí, sino de cómo el sistema nervioso lo procesa y de si este queda almacenado de forma adaptativa o bloqueado.
¿Qué es el trauma psicológico?
El trauma es una experiencia que el cerebro no logra integrar de forma adecuada, quedando “atascada” en redes de memoria asociadas a peligro. Esto provoca que estímulos neutros, situaciones cotidianas o incluso pensamientos activen una respuesta desproporcionada de alerta, miedo o desconexión.
No es una elección ni una debilidad: es una reacción fisiológica y emocional.
¿Qué es el TEPT? (Según DSM-5, sin contenido literal)
El TEPT se caracteriza por:
-
Reexperimentación: recuerdos intrusivos, pesadillas, flashbacks o reacciones intensas ante recordatorios.
-
Evitación de pensamientos, emociones o situaciones vinculadas al trauma.
-
Alteraciones negativas en creencias, emociones y memoria (culpa, vergüenza, sensación de amenaza, dificultad para sentir emociones positivas).
-
Hiperactivación: irritabilidad, sobresaltos, problemas de sueño, dificultad para concentrarse, hipervigilancia.
Estos síntomas deben durar más de un mes y provocar malestar o impacto funcional.
Tipos de trauma
La literatura diferencia entre:
1. Trauma Tipo I (evento puntual)
-
Accidentes
-
Agresiones
-
Catástrofes
-
Pérdidas inesperadas
2. Trauma Tipo II (repetido o prolongado)
-
Abuso emocional, físico o sexual
-
Violencia en la pareja
-
Bullying continuado
-
Negligencia en la infancia
3. Trauma relacional y apego traumático
-
Relaciones inestables o impredecibles en la infancia
-
Cuidado emocional inconsistente
-
Entornos familiares invalidantes
Este tipo de trauma puede no incluir un evento “específico”, pero sí una experiencia prolongada de inseguridad.
¿Por qué aparece el trauma o el TEPT? (Evidencia científica)
Los estudios muestran que el trauma se desarrolla por la interacción de:
-
Intensidad y naturaleza del evento (Brewin et al., 2000).
-
Vulnerabilidad previa (historia de trauma, rasgos de personalidad, sensibilidad al estrés).
-
Falta de apoyo social tras el suceso (Ozer et al., 2003).
-
Creencias negativas que se consolidan después del evento (“no estoy seguro”, “fue mi culpa”).
-
Bloqueo neurobiológico en la integración del recuerdo (hipocampo-amígdala).
-
Procesamiento disociativo durante o después del acontecimiento.
No todas las personas expuestas a un trauma desarrollan TEPT, pero es más probable cuando el recuerdo queda almacenado sin procesar.
¿Cómo vamos a trabajar el trauma y el TEPT en terapia?
El abordaje será integrativo, combinando estrategias cognitivas, emocionales y de procesamiento profundo para ayudar al sistema nervioso a integrar la experiencia traumática y recuperar la sensación de seguridad.
En la terapia exploraremos cómo el trauma sigue activo en tu vida actual: en tus pensamientos, tus emociones, tu cuerpo y tus relaciones. Identificaremos creencias que suelen aparecer después del trauma como “yo no valgo”, “no estoy a salvo”, “es mi culpa” o “no puedo confiar”, y las transformaremos en interpretaciones más realistas y compasivas.
Paralelamente, utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional que permiten que los recuerdos traumáticos —a veces sensoriales, fragmentados o muy cargados— puedan integrarse sin que generen las mismas reacciones de peligro. Este proceso ayuda a:
-
Reducir la intensidad de los flashbacks.
-
Disminuir la hipervigilancia.
-
Bajar la activación fisiológica.
-
Integrar la experiencia en una narrativa más coherente y menos dolorosa.
Además, trabajaremos en:
-
Regulación emocional y estabilización, especialmente si existen síntomas de disociación o hiperactivación.
-
Reconstrucción de la seguridad interna, tanto corporal como emocional.
-
Fortalecimiento de recursos personales (autocuidado, autocompasión, habilidades de afrontamiento).
-
Reinterpretación del trauma desde una perspectiva actual, no desde la vulnerabilidad pasada.
-
Sanar las huellas en relación con los demás (apego, confianza, intimidad).
El objetivo no es olvidar lo vivido, sino que deje de gobernar tu presente y puedas recuperar estabilidad, bienestar y equilibrio interno.
Duelo
El duelo es una respuesta emocional, fisiológica y cognitiva que aparece cuando algo o alguien importante desaparece de nuestra vida. No solo es tristeza: también puede manifestarse como confusión, enfado, miedo, alivio, culpa o incredulidad.
El duelo no sigue una línea recta. Tiene movimientos, oleadas y etapas diferentes según cada persona, la relación con lo perdido y las circunstancias de la pérdida.
¿Cuándo el duelo se complica? (Basado en DSM-5)
Podemos hablar de duelo complicado o duelo prolongado cuando, pasados varios meses, siguen presentes:
-
Intenso anhelo o nostalgia por la persona fallecida.
-
Dificultad para aceptar la pérdida.
-
Sensación de incredulidad o bloqueo emocional.
-
Evitación persistente de recuerdos, lugares o actividades vinculadas.
-
Sentimientos intensos de culpa o autorreproche.
-
Pensamientos intrusivos sobre la pérdida.
-
Dificultades para imaginar un futuro sin la persona.
-
Pérdida de sentido vital o desconexión con los demás.
-
Irritabilidad, insomnio o reacciones desproporcionadas al estrés.
No es “estar triste demasiado tiempo”; es un proceso que se ha quedado detenido, normalmente porque el sistema emocional no ha podido integrar la pérdida.
¿Por qué se complica el duelo? (Evidencia científica)
La literatura señala que el duelo puede volverse difícil de elaborar por factores como:
-
La naturaleza de la pérdida (repentina, traumática, inesperada).
-
Vínculos muy intensos o relaciones ambivalentes.
-
Historia previa de traumas no resueltos.
-
Baja red de apoyo emocional (Stroebe & Schut, 2010).
-
Creencias negativas sobre uno mismo o el mundo (“debería haber hecho más”, “no tengo derecho a seguir adelante”).
-
Estilos de apego inseguros (Mikulincer & Shaver, 2007).
-
Responsabilidad percibida o culpa persistente.
-
Evitar emociones o situaciones que recuerdan a la pérdida.
Estos factores pueden bloquear el proceso y mantener el dolor congelado.
¿Cómo vamos a trabajar el duelo en terapia?
El tratamiento será integrativo, abordando tanto la emoción como el significado de la pérdida y las creencias que dificultan la adaptación.
Comenzaremos explorando cómo has vivido la pérdida y cómo se manifiesta actualmente en tu cuerpo, tus pensamientos y tus relaciones. Identificaremos creencias que suelen aparecer en el duelo complicado, como “no puedo seguir adelante”, “si me permito estar bien es como olvidar”, o “fue mi culpa”, y trabajaremos para transformarlas desde una perspectiva más compasiva, realista y humana.
Paralelamente, utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional que permiten al sistema nervioso integrar la pérdida sin quedar atrapado en la culpa, la rabia o la incredulidad. Este enfoque ayuda a:
-
Reducir pensamientos intrusivos.
-
Procesar imágenes o recuerdos dolorosos que se repiten.
-
Disminuir la intensidad emocional asociada a la pérdida.
-
Recuperar la conexión con momentos significativos sin que resulten abrumadores.
Además, iremos trabajando en:
-
Reconectar con actividades y vínculos vitales, sin sentir que traicionas la memoria de lo perdido.
-
Reorganizar tu identidad tras la pérdida, especialmente si el vínculo era central en tu vida.
-
Fortalecer recursos internos que aportan calma, estabilidad y seguridad.
-
Desarrollar nuevas formas de mantener un vínculo sano y simbólico con la persona o etapa perdida.
-
Aceptar el cambio como parte del ciclo vital, sin forzar el olvido.
El objetivo no es olvidar, sino aprender a vivir con la ausencia sin que el dolor domine tu vida, recuperando un sentido vital, esperanza y equilibrio emocional.
Trastorno por déficit de atención e hiperactividad en adultos(TDAH)
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad en adultos (TDAH) es una condición del neurodesarrollo que persiste en la vida adulta en aproximadamente un 60% de los casos diagnosticados en la infancia (Biederman et al., 2010). Según el DSM-5, se caracteriza por patrones persistentes de inatención, hiperactividad y/o impulsividad que dificultan el funcionamiento académico, laboral, social y emocional.
El TDAH no es falta de interés, pereza ni desorganización “voluntaria”; es una forma particular de funcionamiento cerebral que afecta la atención sostenida, el control de impulsos, la gestión del tiempo y la regulación emocional.
¿Qué es el TDAH en adultos?
En la etapa adulta, el TDAH se manifiesta de formas más sutiles que en la infancia. Muchas personas no saben que lo tienen hasta que comienzan a notar dificultades persistentes en:
-
Organización y planificación.
-
Manejo del tiempo y cumplimiento de plazos.
-
Regulación emocional o tolerancia a la frustración.
-
Mantener la atención en tareas largas o monótonas.
-
Gestión del estrés y la impulsividad.
-
Relaciones interpersonales (por impulsividad o desconexión).
El TDAH no afecta a la inteligencia; afecta al modo en que la mente gestiona la información.
Síntomas frecuentes (basados en DSM-5)
Dificultades de atención
-
Distracción fácil por estímulos internos o externos.
-
Problemas para terminar tareas.
-
Sensación de “mente dispersa” o saturada.
-
Olvidos frecuentes (citas, detalles, objetos).
-
Evitar tareas largas o que exigen mucha concentración.
Impulsividad
-
Tomar decisiones rápidas sin valorar consecuencias.
-
Interrumpir a otros o dificultad para esperar turnos.
-
Cambios bruscos de idea o proyecto.
Hiperactividad (en adultos suele ser interna)
-
Inquietud mental o física.
-
Dificultad para relajarse.
-
Sensación de estar “siempre activo/a por dentro”.
Regulación emocional
La evidencia actual subraya que los adultos con TDAH pueden tener:
-
Grandes picos de frustración.
-
Sensibilidad al rechazo (fenómeno conocido como rechazo disforia).
-
Cambios rápidos de estado emocional.
¿Por qué aparece el TDAH? (Evidencia científica)
Los estudios indican que el TDAH tiene una combinación de factores:
-
Alta carga genética (hasta un 70-80% de heredabilidad; Faraone et al.).
-
Alteraciones en redes ejecutivas del cerebro (corteza prefrontal, ganglios basales).
-
Dificultades en neurotransmisores como dopamina y noradrenalina.
-
Factores ambientales que pueden modular su expresión (estrés, trauma, dinámicas familiares).
No es causado por “falta de límites”, “mala educación” ni por el uso de tecnología: es una condición neurobiológica real.
¿Cómo vamos a trabajar el TDAH en terapia?
El tratamiento será integrativo, combinando estrategias para regular lo cognitivo, lo emocional y cualquier experiencia previa que esté influyendo en tu funcionamiento actual.
En primer lugar, trabajaremos en comprender tu patrón de atención, impulsividad y organización, identificando qué situaciones detonantes activan la sensación de caos, bloqueo o frustración. A partir de ahí, aprenderás estrategias prácticas y realistas para mejorar tu funcionamiento ejecutivo, como:
-
Técnicas de organización, planificación y gestión del tiempo.
-
Rutinas realistas y sostenibles.
-
Estructuración de tareas y uso estratégico de recordatorios.
-
Manejo de la procrastinación y del exceso de estímulos.
Al mismo tiempo, abordaremos la regulación emocional y la impulsividad, transformando creencias como “soy un desastre”, “no valgo”, “no puedo concentrarme nunca” o “siempre fallo”, por pensamientos más realistas, compasivos y funcionales.
Si existen experiencias pasadas de humillación, exigencia excesiva, críticas o fracaso acumulado —algo muy frecuente en personas diagnosticadas tarde— utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para integrar estas vivencias. Esto ayuda a:
-
Reducir la autocrítica.
-
Mejorar la estabilidad emocional.
-
Disminuir la sensibilidad al rechazo.
-
Fortalecer la confianza interna y la motivación.
También trabajaremos en:
-
Reforzar la autoestima, dañada muchas veces por años de sentirse “diferente”.
-
Fortalecer tus recursos internos y tu sensación de control.
-
Crear hábitos que funcionen para ti, no para un modelo estándar.
-
Aprender a comunicar tus necesidades en el trabajo, relaciones y estudios.
El objetivo es que puedas vivir con el TDAH desde un lugar de autoconocimiento, seguridad y eficacia, aprovechando tus fortalezas y desarrollando herramientas para las áreas más difíciles.
Trastornos de la conducta alimentaria (TCA)
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son alteraciones psicológicas complejas que afectan a la relación con la comida, el peso, la imagen corporal y la regulación emocional. Según el DSM-5, dentro de los TCA se incluyen trastornos como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, el trastorno por atracón, la pica, la rumiación y otros trastornos alimentarios no especificados.
Los TCA no son elecciones ni caprichos; son trastornos graves que combinan factores biológicos, cognitivos, emocionales y relacionales, y requieren una intervención cuidadosa y basada en evidencia.
¿Qué son los TCA?
Los TCA afectan la manera en que una persona:
-
percibe su cuerpo
-
se relaciona con la comida
-
regula sus emociones
-
gestiona la autoestima
-
maneja la culpa, el control y la autoexigencia
Con frecuencia, aparecen como intentos de “controlar” situaciones internas que resultan abrumadoras, convirtiéndose en patrones rígidos que generan mucho sufrimiento.
Tipos y síntomas más frecuentes (basado en DSM-5, sin contenido literal)
Anorexia nerviosa
-
Restricción marcada de la ingesta.
-
Miedo intenso a ganar peso.
-
Distorsión de la imagen corporal.
-
Conductas perfeccionistas y alto control.
Bulimia nerviosa
-
Episodios de atracones.
-
Conductas compensatorias (vómitos, ejercicio excesivo, ayunos).
-
Culpa, vergüenza e impulsividad.
Trastorno por atracón
-
Episodios de ingesta muy rápida y elevada sin conductas compensatorias.
-
Malestar intenso después del atracón.
-
Dificultad para controlar la conducta durante el episodio.
Otras dificultades alimentarias
-
Relación caótica con la comida (“todo o nada”).
-
Evitación de comidas por miedo, culpa o ansiedad.
-
Uso de la comida para regular emociones.
-
Autocrítica severa respecto al cuerpo.
¿Por qué aparecen los TCA? (Evidencia científica)
La investigación indica que los TCA se desarrollan por la interacción de:
-
Vulnerabilidad genética y neurobiológica (Walsh, 2013).
-
Factores emocionales: dificultad para regular emociones intensas.
-
Experiencias adversas o trauma que afectan la relación con el cuerpo (Treasure et al.).
-
Modelos familiares o mensajes sobre el cuerpo y el éxito.
-
Perfeccionismo, autoexigencia y necesidad de control.
-
Presión social y estándares irreales de belleza.
-
Baja autoestima y autoimagen negativa.
Los TCA tienen una función psicológica: ayudan temporalmente a manejar emociones, aunque a largo plazo generan un malestar mayor.
¿Cómo vamos a trabajar los TCA en terapia?
El tratamiento será integrativo, combinando estrategias basadas en evidencia para intervenir en la conducta, la relación con el cuerpo, los pensamientos y las experiencias emocionales que sostienen el trastorno.
Comenzaremos explorando cómo te relacionas con la comida, el cuerpo y el control, entendiendo qué función cumple cada síntoma en tu vida (alivio, anestesia emocional, perfeccionismo, deseo de control, sensación de identidad, etc.). A partir de ahí, aprenderás técnicas para:
-
Identificar patrones rígidos y pensamientos distorsionados sobre el cuerpo.
-
Regular emociones sin recurrir a conductas alimentarias dañinas.
-
Romper el ciclo culpa–restricción–atracón.
-
Construir una relación más sana y compasiva contigo mismo/a.
Paralelamente, utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para abordar experiencias pasadas o presentes que estén influyendo en la percepción del cuerpo, la autoestima o la necesidad de control. Esto es fundamental cuando existen:
-
humillaciones o críticas corporales del pasado
-
historia de abuso o trauma relacional
-
experiencias de rechazo, exigencia o invalidación
-
creencias internas del tipo “no soy suficiente”, “no merezco”, “tengo que ser perfecta/o”
Este trabajo permite que el sistema nervioso integre estas experiencias, reduciendo la autocrítica y el malestar corporal.
Además, trabajaremos en:
-
reformular la relación con la comida desde un enfoque más flexible
-
mejorar la autoestima y la identidad personal
-
establecer límites en relaciones dañinas o exigentes
-
crear rutinas realistas y seguras para tu bienestar
-
desarrollar un sentido de valor propio más allá del cuerpo
El objetivo no es “forzar a comer” o “controlar la conducta”, sino sanar la relación con tu cuerpo, tu historia emocional y tus recursos internos, permitiéndote vivir con libertad, equilibrio y bienestar.
Trastorno obsesivo-compulsivo
El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) es una condición en la que la persona experimenta obsesiones(pensamientos, imágenes o impulsos intrusivos y repetitivos) y compulsiones (conductas o actos mentales realizados para reducir la ansiedad que generan las obsesiones). Según el DSM-5, estas obsesiones y compulsiones son difíciles de controlar, consumen tiempo y generan un malestar significativo en la vida cotidiana.
El TOC no es “manía por el orden” ni “ser perfeccionista”; es un trastorno real, complejo y profundamente angustiante.
¿Qué es el TOC?
Las personas con TOC suelen sentir que su mente está atrapada en un ciclo:
-
Aparece un pensamiento intrusivo (“¿y si pasa algo malo?”).
-
El pensamiento genera miedo, culpa o ansiedad intensa.
-
Surge la necesidad de realizar una conducta o ritual para aliviar el malestar.
-
El alivio dura poco y el ciclo se repite, reforzando el TOC.
Incluso cuando saben que los pensamientos “no tienen sentido”, la ansiedad es tan intensa que resulta muy difícil romper el patrón.
Síntomas frecuentes (basados en DSM-5)
Obsesiones habituales
-
Miedo a contaminarse o contaminar a otros.
-
Pensamientos agresivos o de daño (no deseados).
-
Miedo a equivocarse o cometer errores irreversibles.
-
Obsesiones de simetría, orden o exactitud.
-
Pensamientos intrusivos sobre sexualidad o moralidad.
Compulsiones habituales
-
Lavarse o limpiar de forma repetitiva.
-
Comprobar puertas, luces, electrodomésticos.
-
Ordenar, alinear o repetir acciones “hasta que se sientan bien”.
-
Rezar, contar, repetir palabras mentalmente.
-
Buscar tranquilidad constante (reaseguración).
¿Por qué aparece el TOC? (Evidencia científica)
La literatura científica muestra que el TOC surge por una combinación de factores:
-
Vulnerabilidad neurobiológica: hiperactividad en circuitos cortico-estriado-tálamo-cortical (Saxena & Rauch, 2000).
-
Factores genéticos: mayor prevalencia en familiares de primer grado.
-
Aprendizaje por evitación y refuerzo (Salkovskis): las compulsiones reducen la ansiedad momentáneamente, reforzando el ciclo.
-
Creencias disfuncionales: responsabilidad exagerada, intolerancia a la incertidumbre, sobreestimación del peligro.
-
Historia de trauma o estrés intenso que puede potenciar la vulnerabilidad.
-
Estilos de crianza rígidos o ambientes muy exigentes.
El TOC no surge por voluntad ni por “pensar demasiado”; tiene bases neurobiológicas, cognitivas y emocionales claras.
¿Cómo vamos a trabajar el TOC en terapia?
El tratamiento será integrativo, combinando herramientas basadas en evidencia para intervenir tanto en el ciclo obsesión-compulsión como en las emociones y experiencias que lo mantienen.
En primer lugar, analizaremos el funcionamiento del TOC en tu caso particular: qué obsesiones aparecen, qué emociones generan y qué compulsiones realizas para aliviar el malestar. Entenderás cómo la evitación y los rituales mantienen el ciclo activo.
Aprenderás técnicas para:
-
Reducir la intensidad de las obsesiones, reinterpretándolas desde una perspectiva más realista y menos amenazante.
-
Romper el ciclo obsesión-compulsión mediante estrategias graduales y seguras.
-
Tolerar la incertidumbre, una de las claves para superar el TOC.
-
Identificar y transformar creencias rígidas de responsabilidad, perfeccionismo o catastrofismo.
En paralelo, utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para trabajar experiencias pasadas o presentes que puedan estar alimentando miedo, culpa, responsabilidad extrema o necesidad de control. Esto es especialmente útil cuando:
-
el TOC aparece después de un evento estresante
-
existe una historia de trauma o invalidación
-
hay emociones no expresadas que se convierten en obsesiones
Este trabajo facilita que el sistema nervioso reduzca la respuesta de alarma y que los pensamientos intrusivos pierdan fuerza.
Además, trabajaremos en:
-
regular la ansiedad y la hiperactivación fisiológica
-
manejar la necesidad de reaseguración
-
reducir la autocrítica, muy presente en el TOC
-
fortalecer la autoestima y la seguridad interna
-
recuperar actividades, relaciones y rutinas afectadas por el trastorno
El objetivo es que recuperes libertad, equilibrio y bienestar, sin que los rituales, los miedos o los pensamientos intrusivos dominen tu vida.
Trastorno del espectro autista en adultos
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que acompaña a la persona a lo largo de toda la vida. Según el DSM-5, se caracteriza principalmente por:
-
Dificultades persistentes en la comunicación y la interacción social, y
-
Patrones restrictivos o repetitivos de comportamiento, intereses o actividades,
siempre con un inicio en la infancia, aunque a veces los desafíos se hacen visibles más tarde debido a la capacidad de compensación o enmascaramiento.
El TEA no es una enfermedad, ni un déficit de inteligencia o empatía. Es una manera diferente de procesar el mundo, las emociones, la información sensorial y las relaciones.
TEA en adultos: ¿en qué se diferencia?
Muchas personas llegan a la edad adulta sin diagnóstico porque han aprendido a enmascarar o compensar las dificultades, desarrollando estrategias externas para “encajar”. Sin embargo, es común que aparezcan señales como:
-
Sensación de no encajar socialmente.
-
Agotamiento por situaciones sociales o comunicativas.
-
Dificultad para comprender normas implícitas o dobles sentidos.
-
Intereses intensos o hiperfocalizados.
-
Necesidad de rutinas predecibles.
-
Sobrecarga sensorial (ruidos, luces, multitudes).
-
Dificultad para regular emociones.
-
Tendencia al pensamiento literal o lógico.
-
Problemas laborales o relacionales por malentendidos.
El TEA en adultos puede estar acompañado de ansiedad, depresión, burnout autista y sensación persistente de “estar fuera de lugar”.
Síntomas frecuentes (basados en DSM-5)
Dificultades en interacción social
-
Problemas para iniciar o mantener conversaciones.
-
Dudas sobre cómo “leer” emociones, gestos o intenciones.
-
Sensación de agotamiento tras interacciones sociales.
-
Malestar en grupos grandes o situaciones impredecibles.
Patrones repetitivos o necesidad de estructura
-
Preferencia por rutinas claras.
-
Malestar intenso ante cambios inesperados.
-
Intereses muy profundos y específicos.
-
Movimientos repetitivos o conductas autorregulatorias (stimming).
Sensibilidad sensorial
-
Hipersensibilidad a ruidos, luces, olores o tacto.
-
Búsqueda de estímulos sensoriales para calmarse.
-
Dificultad para filtrar estímulos del entorno.
Regulación emocional
-
Explosiones emocionales o bloqueos.
-
Dificultad para identificar o expresar emociones.
-
Vulnerabilidad a ansiedad, estrés y burnout.
¿Por qué aparece el TEA? (Evidencia científica)
La investigación señala que el TEA tiene un origen principalmente:
-
Genético y neurobiológico (Sandin et al., 2017).
-
Diferencias en las redes neuronales implicadas en la comunicación social, la integración sensorial y la flexibilidad cognitiva.
-
Variación en el procesamiento sensorial y perceptivo (Robertson & Baron-Cohen, 2017).
No está causado por educación, estilo de crianza, traumas ni experiencias negativas.
Sin embargo, el entorno sí influye en la forma en que la persona vive su TEA y en la presencia de ansiedad, depresión o burnout.
¿Cómo vamos a trabajar el TEA en terapia?
El enfoque terapéutico será integrativo, adaptado al estilo de procesamiento y necesidades de cada persona.
Comenzaremos explorando cómo el TEA se manifiesta en tu vida diaria: en tus relaciones, tu trabajo, tus rutinas, tu comunicación emocional y tu sensibilidad sensorial. A partir de ahí, aprenderás estrategias personalizadas para:
-
Regular la sobrecarga emocional y sensorial.
-
Comprender tus patrones de funcionamiento y anticipar situaciones estresantes.
-
Manejar la ansiedad derivada de cambios o demandas sociales.
-
Fortalecer habilidades de comunicación y expresión emocional sin perder tu autenticidad.
-
Gestionar la rigidez cognitiva o las dificultades en la flexibilidad mental.
-
Identificar y transformar creencias negativas derivadas de experiencias de incomprensión o rechazo.
Además, cuando existan experiencias pasadas dolorosas —bullying, rechazo social, exigencia o malestar sensorial acumulado— utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para reducir la carga del pasado y aumentar tu sensación de seguridad interna.
Este trabajo ayuda a:
-
Disminuir la ansiedad y el estrés crónico.
-
Reducir el burnout autista.
-
Integrar experiencias que generaron autocrítica, vergüenza o sensación de ser “diferente en negativo”.
-
Reforzar la autoestima y la identidad.
También desarrollaremos herramientas prácticas para:
-
Crear rutinas saludables y sostenibles.
-
Mejorar la autocomprensión y la autodefensa emocional.
-
Construir relaciones más seguras y satisfactorias.
-
Adaptar el entorno (laboral, social, sensorial) a tus necesidades reales.
El objetivo no es “corregir” tu forma de ser, sino ayudarte a vivir desde un lugar de autoconocimiento, aceptación, bienestar y autenticidad, utilizando tus fortalezas y tu estilo neurodivergente como recursos.
Autoestima
La autoestima es la valoración profunda que una persona hace de sí misma: cómo se percibe, cómo se habla internamente, qué cree que merece y cómo interpreta sus logros y errores. Una autoestima sana aporta seguridad, equilibrio emocional y capacidad para afrontar retos.
Sin embargo, cuando existen experiencias de crítica, rechazo, comparaciones, exceso de exigencia o situaciones dolorosas, esta valoración puede deteriorarse.
La autoestima baja no es falta de voluntad ni de motivación: es el resultado de aprendizajes internos, creencias arraigadas y experiencias emocionales no resueltas.
¿Qué implica una autoestima baja?
La baja autoestima no siempre se expresa como tristeza o inseguridad evidente. A veces se manifiesta en:
-
Autocrítica constante.
-
Comparación excesiva con los demás.
-
Miedo al error o al juicio.
-
Dificultad para poner límites.
-
Sentimiento de no ser suficiente.
-
Inseguridad en relaciones afectivas.
-
Necesidad constante de aprobación externa.
-
Perfeccionismo y autoexigencia desmedida.
-
Sabotaje personal o miedo a intentar cosas nuevas.
Estas dinámicas generan malestar emocional, bloqueo, ansiedad o dependencia de la validación externa.
¿De dónde viene la baja autoestima? (Evidencia científica)
La literatura psicológica ha identificado varios factores clave:
1. Experiencias tempranas
Críticas, exigencia excesiva, falta de validación emocional, comparaciones o mensajes negativos sobre uno mismo generan creencias profundas como:
“no valgo”, “no soy suficiente”, “si fallo, decepciono”.
2. Apegos inseguros
Las relaciones tempranas condicionan el modo en que nos percibimos.
(Ainsworth; Mikulincer & Shaver)
3. Experiencias traumáticas o humillantes
Bullying, desprecio, rechazo, rupturas, fracasos o vivencias de abuso dañan la identidad interna.
4. Perfeccionismo y autoexigencia
La creencia de que “tengo que ser perfecto/a para valer”.
5. Factores socioculturales
Comparación en redes, estereotipos de éxito o presión social constante.
6. Estilos cognitivos negativos
Interpretaciones rígidas, pensamiento dicotómico o sesgos atencionales hacia el error.
(Beck, 1967; Beck & Clark, 1997)
La baja autoestima es un sistema que se mantiene por la suma de creencias, hábitos internos y experiencias no procesadas.
¿Cómo vamos a trabajar la autoestima en terapia?
El abordaje será integrativo, combinando estrategias para modificar pensamientos, regular emociones y procesar experiencias que han dañado la autoimagen.
En terapia comenzaremos explorando cómo te hablas internamente, qué mensajes te acompañan y qué creencias dirigen tu manera de verte. Identificaremos patrones como:
-
“No soy suficiente”
-
“Tengo que demostrar mi valor”
-
“No puedo fallar”
-
“Los demás valen más que yo”
-
“Si digo que no, decepcionaré”
A partir de ahí, aprenderás a transformar estos pensamientos mediante técnicas basadas en evidencia, desarrollando un diálogo interno más realista, amable y equilibrado.
Paralelamente, utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para revisar experiencias pasadas —críticas, humillaciones, relaciones dolorosas, exigencia, bullying— que pueden estar sosteniendo tu autocrítica actual. Este trabajo ayuda a:
-
Reducir la intensidad del dolor emocional acumulado.
-
Desactivar creencias rígidas sobre tu valor.
-
Reforzar la sensación interna de seguridad y suficiencia.
-
Integrar experiencias que te hicieron sentir inferior o inadecuado/a.
También trabajaremos en:
-
Desarrollar límites sanos que protejan tu bienestar.
-
Fortalecer tu identidad, separando tu valor de tu rendimiento.
-
Aumentar tu autoeficacia a través de logros realistas.
-
Mejorar la relación con el cuerpo y la autopercepción.
-
Identificar tus fortalezas y usarlas a tu favor.
-
Cultivar la autocompasión como base del cambio.
El objetivo es que puedas construir una relación contigo basada en la seguridad, el respeto, la aceptación y la confianza, dejando atrás la autocrítica y abrazando una identidad más sólida y auténtica.
Trastornos del sueño
Los trastornos del sueño incluyen dificultades persistentes para iniciar o mantener el sueño, problemas en la calidad del descanso y alteraciones en los ritmos de sueño-vigilia que afectan el bienestar físico, emocional y cognitivo.
Según el DSM-5, entre los trastornos del sueño más frecuentes se encuentran el insomnio, los trastornos del ritmo circadiano, las parasomnias, la hipersomnolencia y otros problemas que repercuten en la energía, la concentración, la memoria y el equilibrio emocional.
Dormir no es solo “cerrar los ojos”; es una función biológica esencial. Cuando el sueño se altera, también lo hace la capacidad de regular emociones, gestionar el estrés y mantener un buen funcionamiento diario.
¿Qué implica un trastorno del sueño?
Aunque cada trastorno tiene características específicas, suelen aparecer dificultades como:
-
Problemas para conciliar el sueño.
-
Despertares frecuentes o despertar precoz.
-
Sueño ligero, fragmentado o no reparador.
-
Miedo o ansiedad al ir a dormir.
-
Somnolencia diurna excesiva.
-
Fatiga persistente.
-
Pensamientos acelerados o rumiación nocturna.
-
Malestar emocional asociado a la hora de dormir.
-
Cambios en el ritmo circadiano (dormir muy tarde, invertido o irregular).
-
Pesadillas o episodios de sobresalto durante la noche.
Estas dificultades pueden generar irritabilidad, problemas de atención, bajo rendimiento, ansiedad, síntomas depresivos y sensación de estar “siempre cansado/a”.
Tipos frecuentes de trastornos del sueño (basado en DSM-5)
1. Insomnio
El más común y debilitante.
Incluye dificultad para iniciar y mantener el sueño o sensación de sueño no reparador.
2. Trastornos del ritmo circadiano
Alteraciones en el reloj interno que regulan el ciclo sueño-vigilia:
-
Ritmo retrasado (dormir muy tarde).
-
Ritmo adelantado.
-
Ritmo irregular.
-
Jet lag persistente o problemas derivados de trabajo por turnos.
3. Parasomnias
Conductas inusuales durante el sueño:
-
Pesadillas frecuentes.
-
Terrores nocturnos.
-
Sonambulismo.
-
Movimientos bruscos o sobresaltos nocturnos.
4. Hipersomnolencia
Somnolencia diurna excesiva pese a dormir horas suficientes o más.
5. Despertares asociados a ansiedad o trauma
Despertarse con angustia, sobresaltos, sudores, imágenes intrusivas o hipervigilancia.
¿Por qué aparecen los trastornos del sueño? (Evidencia científica)
La investigación señala una combinación de factores:
1. Hiperactivación fisiológica y cognitiva
El sistema nervioso permanece en alerta: tensión muscular, pensamientos acelerados, miedo a no dormir.
(Spielman, 1987; Harvey, 2002)
2. Estrés y cambios vitales
Rupturas, preocupaciones, sobrecarga laboral, duelo o incertidumbre.
3. Traumas o experiencias dolorosas
Afectan al sistema de seguridad interna y generan hipervigilancia nocturna.
4. Hábitos y rutinas disfuncionales
Pantallas, horarios irregulares, consumo de estimulantes, siestas prolongadas.
5. Condiciones psicológicas asociadas
Ansiedad, depresión, TDAH, TEPT o trastornos adaptativos.
6. Alteraciones biológicas y del ritmo circadiano
Factores biológicos que desregulan la secreción de melatonina o la sincronización circadiana.
¿Cómo vamos a trabajar los trastornos del sueño en terapia?
El abordaje será integrativo, combinando técnicas basadas en la Terapia Cognitivo-Conductual para el Insomnio (TCC-I) —primer tratamiento recomendado por las guías científicas— con regulación emocional y procesamiento profundo para intervenir en la raíz del problema.
Primero exploraremos tu patrón de sueño, tus rutinas, tus pensamientos nocturnos y los factores emocionales asociados. Con esta información, diseñaremos un plan personalizado para:
1. Regular el sistema nervioso
-
Técnicas de relajación y desactivación fisiológica.
-
Entrenamiento en respiración y reducción de la hiperalerta.
2. Reducir la rumiación y la ansiedad nocturna
-
Reestructuración de creencias del tipo “no voy a dormir”, “si no duermo mañana estaré fatal”.
-
Manejo de pensamientos intrusivos o anticipación negativa.
3. Reorganizar hábitos y rutinas
-
Higiene de sueño basada en evidencia.
-
Estructuración de horarios realistas.
-
Reducción de factores que fragmentan el sueño.
4. Procesar experiencias emocionales
Cuando el sueño está afectado por traumas, pérdidas o estrés acumulado, utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para:
-
Reducir hipervigilancia nocturna.
-
Disminuir pesadillas y reactivación emocional.
-
Integrar recuerdos que mantienen el sistema en alerta.
-
Mejorar la sensación de seguridad al dormir.
5. Restaurar la confianza en tu capacidad para dormir
-
Recuperar la asociación “cama = descanso”.
-
Disminuir el miedo al insomnio.
-
Prevenir recaídas mediante estrategias de mantenimiento.
El objetivo es que recuperes un sueño profundo, reparador y natural, esencial para tu bienestar físico y emocional.
Burnout
El burnout es un estado de agotamiento físico, emocional y mental que aparece como respuesta al estrés crónico, especialmente en contextos laborales o de alta demanda.
Reconocido por la OMS como un fenómeno ligado al ámbito profesional, el burnout se caracteriza por tres componentes principales:
-
Cansancio emocional intenso.
-
Despersonalización o distanciamiento mental del trabajo.
-
Sensación de ineficacia o baja realización personal.
No es una simple “fase de cansancio”, sino un proceso prolongado que afecta profundamente al bienestar, la salud mental, la motivación y la identidad profesional.
¿Qué es el burnout?
El burnout aparece cuando las demandas emocionales, cognitivas o físicas superan los recursos disponibles, generando un colapso en los sistemas de regulación del estrés. Con el tiempo, la persona comienza a sentirse desconectada de su trabajo, sin energía, sin motivación y con un aumento significativo de la autocrítica y el malestar.
Puede afectar a cualquier persona, pero es especialmente frecuente en profesiones de ayuda (sanidad, educación, psicología, servicios sociales), trabajos con alta presión o entornos muy cambiantes o poco predecibles.
Síntomas frecuentes (basados en evidencia científica)
1. Agotamiento emocional
-
Cansancio extremo.
-
Sensación de estar “quemado/a”.
-
Falta de energía incluso tras descansar.
-
Irritabilidad y frustración.
2. Despersonalización o desconexión
-
Distanciamiento emocional del trabajo.
-
Pérdida de empatía.
-
Sensación de funcionar en “piloto automático”.
-
Cinismo, indiferencia o rechazo hacia tareas que antes motivaban.
3. Ineficacia y baja realización personal
-
Sensación de no estar a la altura.
-
Autocrítica persistente.
-
Falta de satisfacción o logros laborales.
-
Dudas constantes sobre las propias capacidades.
Además, pueden aparecer:
-
Insomnio y problemas de sueño.
-
Ansiedad, ataques de pánico o tristeza persistente.
-
Dolores somáticos (cabeza, espalda, tensión muscular).
-
Dificultad para concentrarse.
-
Aislamiento social.
¿Por qué aparece el burnout? (Evidencia científica)
La investigación muestra que el burnout surge por una interacción entre factores:
1. Organizacionales
-
Sobrecarga de trabajo.
-
Falta de control o autonomía.
-
Demandas emocionales muy altas.
-
Ambiente laboral hostil o poco apoyo.
-
Inestabilidad o cambios continuos.
2. Personales
-
Perfeccionismo y autoexigencia.
-
Dificultad para poner límites.
-
Alta implicación o vocación intensa.
-
Sensibilidad al estrés.
-
Baja recuperación después del trabajo.
3. Emocionales y relacionales
-
Vivencias de desvalorización o injusticia.
-
Falta de reconocimiento.
-
Experiencias previas de agotamiento o trauma laboral.
El burnout no se debe a que la persona sea “débil”, sino a un desequilibrio mantenido entre demandas y recursos.
¿Cómo vamos a trabajar el burnout en terapia?
El abordaje será integrativo, combinando estrategias para reducir la activación del estrés, modificar patrones internos que mantienen el agotamiento y procesar emocionalmente experiencias asociadas.
Empezaremos analizando cómo se ha desarrollado tu burnout: las demandas laborales, las creencias que activan la autoexigencia, los patrones de límite y las emociones que se han acumulado. A partir de ahí, aprenderás herramientas para:
1. Regular el estrés y la activación fisiológica
-
Técnicas de respiración y desactivación.
-
Manejo de la sobrecarga y la ansiedad laboral.
-
Recuperar energía y descanso.
2. Reestructurar creencias y patrones internos
-
Trabajar pensamientos como “tengo que poder con todo”, “no puedo fallar”, “si digo que no, soy un problema”.
-
Desarrollar una autoexigencia más realista.
-
Construir una relación interna más compasiva.
3. Establecer límites sanos
-
Aprender a decir “no” y a priorizar sin culpa.
-
Proteger tu tiempo personal y tu salud.
-
Reequilibrar tu rol en el trabajo o en ámbitos de alta demanda.
4. Procesar experiencias de estrés acumulado
Cuando el burnout se asocia a:
-
experiencias de humillación
-
situaciones injustas
-
presión excesiva
-
fallos percibidos
-
traumas laborales
utilizaremos procedimientos de procesamiento emocional para integrar estas vivencias, reducir la carga emocional y mejorar la sensación de seguridad y capacidad.
Esto ayuda a:
-
disminuir la reactividad al estrés
-
romper el ciclo de agotamiento
-
recuperar motivación y sentido de dirección
-
reducir la autocrítica y la culpa
5. Reconstruir bienestar y propósito personal
-
Redescubrir tus valores y prioridades.
-
Recuperar actividades gratificantes.
-
Fortalecer tu autoestima profesional.
-
Diseñar un plan de autocuidado sostenible.
El objetivo es que recuperes calma, energía, claridad y equilibrio, permitiéndote relacionarte con tu trabajo desde un lugar más sano, seguro y alineado contigo.